Atentados 11-S
Traemos de nuevo un tema que se está empezado a hacer relativamente recurrente debido a los input informativos de los que se nutren los contenidos de amplia-mente.com. Hablamos de la simulación médica.
MEDICAL LIES, AGAIN
We speak about an issue that is relatively appellant in informational input of the contents of amplia-mente.com . We speak of medical simulation.
En Simulación médica ¿Lazarillo de Tormes en una novela?, comentábamos un género literario tan español como es la novela picaresca y lo poníamos en relación al fraude a los seguros de accidentes publicados en los barómetros encargados por las propias compañías. Pero resulta, que según parece, la picaresca no es un fenómeno solo español a pesar de que tan genialmente se plasmara en la literatura de la España del Siglo de Oro. La picaresca, al parecer se da en todo el planeta, solo que en otros lares no es novelada con la claridad de nuestros autores inmortales del siglo XVII. Viene a cuento esta reflexión tras la lectura del artículo publicado en el diario electrónico republica.com titulado “una vida de lujo a costa de fingir traumas y secuelas por los atentados del 11-S”. En la publicación enlazada, se refiere que 80 policías y bomberos de Nueva York han sido acusados por le Fiscal del Distrito de Manhatan, Cyrus R. Vance Jr., de fraude a la seguridad social al fingir incapacidad tras los traumas psíquicos sufridos tras los atentados del 11-S en la ciudad de Nueva York.
Al parecer, en la nota facilitada por la Oficina del Fiscal, los agentes y bomberos han recibido entre 30.000 y 50.000 dólares anuales (pagos por entrevistas en medios de comunicación, aparte) por los graves trastornos psiquiátricos alegados tras el trabajo en los atentados contra el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, como estrés postraumático, o síndromes adaptativos. Según la acusación, se dirigió a los solicitantes de las incapacidades concedidas en su simulación de la sintomatología para obtener unas ganancias secundarias a las que no tenían derecho a tenor de la vida posterior que están llevando estas personas según sus propias publicaciones en las redes sociales personales. Esta impostura, llevó a escenificar toda una sintomatología que al parecer se orquestó desde una trama organizativa formada por personas expertas en el manejo del derecho de los seguros en los Estados Unidos de América.
En ¿real o simulado? Ya escribíamos en el blog sobre la simulación psiquiátrica, pero en ese caso, enfocada a obtener un beneficio a nivel de responsabilidad penal. También en No todos, Señoría, se abordaba el tema desde la perspectiva de la responsabilidad penal tras unos presuntos actos de índole delictiva. Hoy abordamos el tema desde una faceta económica. Parece que en última instancia, es el dinero lo que “duele” de verdad y hasta que no se dan casos en los que se estafa mucho dinero a los contribuyentes, no se hace demasiado caso a la simulación médica como lacra de nuestro tiempo.
¿Si no hay dinero de por medio, no importa la simulación?, dotemos entonces a los peritos valoradores, de medios unificados para la detección del fraude médico a gran escala. Seamos realistas, en un campo tan subjetivo como en el de la psiquiatría, la simulación será mas “asequible” en tanto los diagnósticos se basan en el relato del paciente o en la conducta observada, que también ha podido ser cuidadosamente puesta en escena.
La creación de los grandes manuales diagnóstico – estadísticos, sin duda supuso un enorme salto evolutivo a la hora de encarar el diagnóstico de un paciente psiquiátrico. Hasta aquella unificación de criterios y debido a la enorme proliferación de paradigmas teóricos en el campo de la psicología y la psiquiatría, ante un mismo paciente, se daban tantos diagnósticos como psiquiatras conocieran del caso, y todos llevaban razón desde su punto de vista. Pero tras ese diagnóstico, solo otro profesional experto en la misma orientación paradigmática podía retomar o incluso comprender el diagnóstico y continuar con el tratamiento. Manuales como los CIE o los DSM (que nombramos en plural pues están en continua evolución y de ambos existen varias reediciones), supusieron una unificación de criterios y sobre todo de nomenclatura, basada en un método eminentemente médico, donde primaban los signos y síntomas observados.
Pero ¿Qué hay de la simulación?. A día de hoy, no ha habido una gran unificación metodológica y de criterios diagnósticos para poner en común elementos válidos a la hora de desenmascarar el fraude que supone la simulación y la disimulación en los diagnósticos psiquiátricos. Quizá el revulsivo, como en otras tantas ocasiones, será el dinero. Hasta que los grandes perjudicados no hagan balances de cuentas y observen que el beneficio de lograr un consenso de expertos a nivel mundial, es mas provechoso que el coste que ocasionaría, no se promoverán iniciativas de este tipo y seguirán campando a sus anchas este tipo de personajes, profesionales del fraude (como los mencionados al principio del artículo, hoy afortunadamente imputados por las autoridades judiciales estadounidenses).
El debate queda abierto. ¿Es conveniente una unificación de criterios diagnósticos en el amplio lado oscuro de la simulación médica, o mejor seguimos como hasta ahora? ¿Compensa a las arcas públicas y privadas el gasto en situaciones fraudulentas, o es mas rentable gastar para evitarlas? Juzguen ustedes, estimados lectores.
Tengan un buen día.
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