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Esta semana en amplia-mente.com ha sido diferente en cuanto a la temática seguida, si señores lectores no hemos hablado ni de toxicología ni de violencia de género. Sin embargo hemos tocado por un lado temas de prevención, como anticiparnos a determinadas enfermedades y por otro lado se ha visto el lado más social de nuestro blog.

En el primero de los artículos, el más social, hablábamos de las agresiones a los profesionales sanitarios, en el artículo «Morder la mano que te… cura«, donde destacábamos un estudio contra las agresiones a médicos, q comenzó hace cuatro años, tras la muerte en 2009 de la Dra. María Eugenia Moreno, a manos de un paciente cuando trabajaba en su puesto de residente en el centro de salud de Moratalla en Murcia. A partir de entonces se instauró el Día Nacional contra las Agresiones en el Ámbito Sanitario, y la Organización Médica Colegial, aprovechó para lanzar una campaña de concienciación bajo el lema “Ante las agresiones a médicos, tolerancia cero”. Por otro lado presentábamos aquí los datos recogidos por el Observatorio de Agresiones, referentes a las agresiones registradas durante el año 2013. En total fueron 354 casos recogidos, algunos menos que las agresiones de 2012 que fueron 416, en concreto un 15% menos, lo que supone un dato esperanzador para el futuro aunque ciertamente insuficiente. Sin embargo esta alegría inicial se tornaba en dudas cuando constatábamos que dependiendo del ámbito donde se produzca dicha agresión (sanidad pública o privada, una Comunidad Autónoma u otra) o dependiendo del Juzgado en el que recalase la denuncia, la calificación de esta agresión era diferente. Esto nos parece intolerable y reclamamos igualdad para todos en todos los aspectos.

En otro artículo de esta semana, «Las carga el diablo«, nos llamaba la atención como ha ido cambiando la patología vista en los Servicios de Clínica Forense de nuestro país. Y así ante la avalancha de latigazos cervicales que hemos sufrido a raíz de la publicación de la Ley 30/1995, de ordenación y supervisión de los seguros privados, que desplazó nuestra carga pericia de agresiones a las consecuencias de los accidentes de tráfico. Pero nos preguntábamos si ¿los estilos de vida cambiaran las patologías alegadas por los lesionados en nuestra consulta de valoración del daño corporal? A colación de esto recogíamos una anécdota científica, publicada en The Lancet, bajo el título de WhatsAppitis. En el contenido, se describe el caso de una mujer de 34 años que acude a urgencias con dolores en la muñeca y el pulgar, confirmándose a la exploración una tendinitis en el primer dedo. Preguntada por las actividades previas, reconoce la señora que había estado unas seis horas seguidas contestando mensajes desde su teléfono móvil. EL juicio clínico reflejado fue “whatsappitis” y se prescribió tratamiento analgésico antiinflamatorio y como no, reposo funcional de la zona. Desde luego algo está cambiando.

Como les decía estimados lectores, esta semana nos hemos centrado en dos artículos cuya base era la prevención, desde la perspectiva del diagnóstico precoz de determinadas patologías, más frecuentes de lo que se podría pensar. En el primero de ellos, hablábamos de «Diagnóstico precoz del Alzheimer» y en él recogíamos varios artículos científicos en los que se demostraba que los primeros signos indicadores de la posibilidad del desarrollo de esta entidad clínica y de otras demencias, comenzaba antes de lo que suponíamos y de como concentraciones reducidas de amiloide β1-42 en líquido cefalorraquídeo, asociadas a la presencia de placas de amiloide ß y elevadas concentraciones de tau, tau181 fosforilada y VILIP -1, la presencia de los ovillos neurofibrilares y la relación de lesión neuronal/muerte neuronal,van a aparecer en los portadores asintomáticos de la mutación de 10 a 20 años antes de la edad estimada de aparición de los primeros síntomas y antes de la detección de los déficits cognitivos. Este estudio, publicado en Science Traslational Medicine, recogía estos datos en un estudio sobre los marcadores genéticos que aparecen en los casos de Enfermedad de Alzheimer con mutaciones autosómicas dominantes, “Longitudinal Change in CSF Biomarkers in Autosomal-Dominant Alzheimer’s Disease“. En otro artículo reseñado en esta misma entrada, publicado en Nature Medicine, “Plasma phospholipids identify antecedent memory impairment in older adults“, se hace hincapié en el estudio en plasma de una serie de 10 lípidos capaces de predecir qué participantes, los cuales eran cognitivamente normales al inicio del estudio, desarrollarían un deterioro cognitivo amnésico leve o una Enfermedad de Alzheimer a los 2 ó 3 años, con una sensibilidad del 90% y una especificidad del 90%. Este panel de biomarcadores, lo que refleja es la integridad o no de la membrana celular, y puede ser sensible a la neurodegeneración temprana y preclínica de la enfermedad de Alzheimer. Según los autores, la exactitud de esta prueba fue similar a la de la mayoría de los estudios de biomarcadores en líquido cefalorraquídeo, mientras que la nueva prueba de sangre es menos invasiva y menos costosa que las que requieren líquido cefalorraquídeo.

En el otro de los artículos donde preconizábamos el diagnóstico precoz, era en «Biomarcadores para el diagnóstico de una concusión leve«, donde se explicaba someramente en que consiste el término concusión, su asimilación con traumatismo cráneo-encefálico leve o con la lesión multiaxonal difusa, para a continuación recoger el artículo publicado en la revista JAMA Neurology, “Blood Biomarkers for Brain Injury in Concussed Professional Ice Hockey Players“, en el que se recogen una serie de biomarcadores que utilizados en este caso en los jugadores profesionales de Hockey sobre hielo, podrían determinar cuales de ellos presentaban un cuadro de concusión cerebral tras pequeños traumatismos durante la práctica deportiva y en qué momento se podrían considerar curados y podrían reincorporarse a su trabajo, ya que estos biomarcadores indicaban por un lado la gravedad del cuadro y la evolución del mismo. Para ello se han llevado a cabo la determinación en plasma de las concentraciones de las proteínas T-tau, S-100B (complejo S-100 de unión de calcio-proteína B) y NSE (Enolasa específica de las neuronas), siendo la proteína T-Tau la que mayor significancia tenía en estos casos.

A tenor de este artículo al día siguiente se publicó «Cabeza en el deporte«, donde aprovechando la descripción de los biomarcadores anteriormente mencionados, nos referíamos a la encefalopatía traumática crónica, es una degeneración de la función cerebral en base a las lesiones producidas por los traumatismos de repetición en esta zona. Conmociones cerebrales asintomáticas o aquellas con síntomas pero que desaparecen tras pocos minutos, pueden dar lugar a sintomatología meses o años después y la utilidad de estos estudios plasmáticos para detectar este cuadro en sujetos que llevan muchos años practicando deportes de contacto y por tanto sufriendo microtraumatismos de repetición. Pero además se recogía el artículo publicado por la revista The Journal of Neuropsychiatry en relación a un estudio efectuado sobre la impulsividad en luchadores profesionales. Esta impulsividad se ponía en relación a aquellos casos judiciales en los que hay que determinar las capacidades cognitivas y volitivas de los sujetos implicados en agresiones y que alegan impulsividad. Nos preguntábamos entonces si podrían ser utilizados estos biomarcadores para llegar a un diagnóstico de certeza en estos sujetos. ¿Estarán algún día a nuestra disposición para su utilización?

Tengan un buen fin de semana y les esperamos de nuevo el lunes.

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