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El dolor de la decepción



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La última cena  de  Leonardo Da Vinci

La última cena de Leonardo Da Vinci


Estamos en Semana Santa, estimados lectores. Amplia-mente.com, se escribe desde España. Si bien es cierto que la Constitución Española consagra el país como un estado aconfesional, hay ciertas tradiciones que a modo de arquetipo se arrastran desde el pasado antiguo y reciente. La Semana Santa es una de esas tradiciones.

Muchas veces, al hilo de las menciones legales, hemos mencionado el origen geográfico del blog. En ocasiones hemos mencionado la zona concreta donde los autores de estas páginas ejercen la medicina. Hoy es pertinente recordar que esta zona es Andalucía, al sur de España. El comentario viene al caso debido a la especial manera de vivir la Semana Santa que se da en Andalucía.

Evidentemente, estas fechas nada tienen que ver con la medicina, y tenemos constancia que por probabilidades tendremos lectores creyentes (y dentro de éstos, de muy variadas confesiones religiosas), ateos, agnósticos o muchos que ni se hayan planteado su postura ante los temas espirituales. No hablaremos de religión hoy.

Pero es que cierta o no (cada cual escoja su opción), la historia oficial de aquel hombre llamado Jesús que vivió en la Palestina del siglo I (igualmente que cada uno considere la veracidad de los textos que nos trasmiten la narración de los hechos); es todo un esquema de estudio del daño corporal que puede recibir una persona, y esa si es una temática habitual de nuestro blog. Como vemos, estas especiales fechas que a nadie dejan indiferente ya sea por motivos religiosos o por las circunstancias lúdicas que llevan asociadas en España, nos van servir como foco de reflexión sobre algunos temas.

La reflexión de hoy, basándonos en los hechos que se celebran estos días,  trata sobre el dolor. Nadie duda sobre el dolor que pudo haber sufrido Jesús durante su pasión y en el paso de la vida a la muerte. Pero no nos referiremos hoy a ese dolor. No discutiremos aquí sobre permanente discusión que se ha dado desde entonces sobre la naturaleza humana o divina de Jesús (fíjense que en ningún momento estamos nombrando al sujeto de nuestra reflexión como Cristo, a fin de no condicionar tanto nuestra postura neutra, como las creencias particulares de cada lector. El dolor que es objeto de nuestra reflexión de hoy es el dolor moral, el dolor psíquico de aquella figura que mas de dos mil años después es una de las figuras históricas de referencia por la enorme trascendencia que su vida, y sobre todo su muerte, vino a tener en la historia de la Humanidad.

Toda lesión física va a tener una correspondencia psíquica a tener en cuenta. El Ser Humano tiene la capacidad de sentir el dolor moral o psíquico en futuro y anticipándose al sufrimiento que las lesiones físicas pueden dan lugar, es capaz de sentir miedo a la situación dolorosa. No es necesario recurrir a la naturaleza divina otorgada por el cristianismo a la figura de Jesús. En aquellos tiempos, la vida no era sencilla en base a una serie de factores, siendo uno se ellos la especial violencia que vivía un pueblo invadido por Roma. No es preciso recurrir a esa naturaleza divina para conocer de antemano las dolorosas consecuencias que podía tener el enfrentamiento al aparato religioso y político de la época. Jesús, según se describe en los textos evangélicos, tenía plena consciencia de su futuro inmediato durante esos momentos previos a su pasión y muerte que se dieron en el huerto de Getsemaní. Es precisamente esa faceta totalmente humana en la que a pesar del miedo al dolor físico y a la muerte, decide afrontar la situación. Esta toma de conciencia de aquello que va a pasar y que de manera voluntaria decide no esquivar, es el origen del tipo de dolor al que nos referimos hoy.

El dolor moral, es un dolor emocional, menos expresivo que el físico. La manifestación observable desde el exterior es un abanico de emociones que van desde la tristeza, la desesperación, o la disminución de los instintos vitales. La situación descrita en los evangelios, es justo la de una persona que está padeciendo un sufrimiento sin medida por la mezcla de miedo, tristeza y decepción por la respuesta que está obteniendo del aquellos a los que tiene el convencimiento que ha de salvar desde el punto de vista espiritual. Realmente, podemos observar en los escritos que describen aquella situación la naturaleza humana de Jesús, precisamente por el hecho de padecer una aflicción como la que podríamos sufrir cualquiera de nosotros en las mismas circunstancias.

El dolor moral, psíquico, del alma o como queramos llamarlo, es una entidad que tiene tanta o mas importancia que las consecuencias físicas del daño corporal. La cuestión que nos deberíamos plantear es si el actual sistema mercantilista de valoración del sufrimiento humano está teniendo en cuenta esta faceta del Ser Humano. Conste que no se quiere expresar que el sistema de valoración sea defectuoso, sino que mas bien parece que se está banalizando un tipo de sufrimiento que ya se observaba y describía en textos de hace dos mil años. El dolor moral, no es una entidad etérea que se ha inventado alguien para aumentar la cuantía de una indemnización derivada del daño corporal. El hecho de que se haya abusado de estas circunstancias por parte de hipotéticas victimas sin muchos escrúpulos a la hora de simular cuadros de índole psíquica, no quiere decir que estas consecuencias morales no existan.

Como vemos, la Semana Santa, no solo es religión y procesiones por una parte o sol y playa por otra. De los hechos que se conmemoran estos días podemos obtener, como ha sido el caso en la presente entrada del blog, reflexiones sobre el sufrimiento humano que nos deberían hacer pensar sobre si el mensaje a transmitir por aquellos hechos sucedidos en el siglo I, es tan solo el expresado por la visión dogmática de aquella realidad. Posiblemente no sea así.

Tengan un bien día.

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