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Estimados lectores, ha llegado el verano a amplia-mente.com, dado que en esta época la publicación de artículos científicos disminuye considerablemente y dado que los autores de este blog, como todo el mundo se merece un descanso veraniego, este año hemos decidido publicar artículos que ya han sido publicados en nuestro blog en el pasado, para hacer hincapié en algunos temas ya tratados. Hoy, a raíz de la reciente noticia de una nueva muerte en la que Matan a una mujer de 60 años en Mollina (Málaga) en un nuevo caso de violencia de género, queremos rescatar un artículo en el que se reflejaba la impotencia de aquellos que nos dedicamos a luchar contra esta lacra y nos encontramos amistados ante la falta de denuncias por parte de las afectadas.
Hoy escribimos de nuevo otro artículo cargado de amargura. Realmente se trata de una reedición del artículo Violencia de género, desde el corazón. Al igual que aquel, no está basado en noticia alguna en relación con la medicina legal, ni siquiera con otras ramas de la medicina. Hoy tampoco se traducirá al inglés, pues al autor de estas líneas le resultaría imposible realizar una traducción con un mínimo de fidelidad a los sentimientos que le recorren la razón y el corazón tras los acontecimientos de los últimos días.
Les pondré en antecedentes, hoy les hablaré de Ana María. Hasta el viernes pasado, Ana María era una ciudadana relativamente anónima para el gran público. Y digo relativamente, pues desempeñaba un cargo que le hacía estar en la tribuna pública que supone dirigir el Museo de Historia de Nerja (Málaga). Como imaginarán, Ana María era una mujer sobradamente preparada. Historiadora, arqueóloga y apasionada de las Cuevas de Nerja a tenor del esfuerzo y empeño personal que derrochaba en la divulgación de esta maravilla natural de la Provincia de Málaga.
Todo el relato, como ya habrán notado, estimados lectores, está escrito hasta el momento en pasado. Y esto es así, porque el viernes ocho de agosto, Ana María moría presuntamente a manos de su pareja sentimental de una manera brutal. Según el artículo publicado en Diario Sur de Málaga, la autopsia a Ana María revela que recibió 70 puñaladas y apunta a maltrato habitual. Mucho se ha publicado estos días al respecto, no abundaremos mas en los detalles de la noticia. Hoy queremos poner énfasis en el hecho de que Ana María pudiera estar padeciendo malos tratos habituales y no había acudido a pedir, solicitar, incluso exigir ayuda para su situación. No, estimados lectores, Ana María, como tantísimas mujeres, sufría sola esta dramática situación sin que nadie de su entorno siquiera llegase a sospechar la realidad de su cotidianeidad. ¿Por qué?
Insistimos desde estas líneas, escritas por dos personas vinculadas laboralmente con la Administración de Justicia, que no podemos ayudar a mujeres en esta situación si no conocemos esa situación, por mucha voluntad que nos mueva a ello. Es imposible trabajar en aquello que se desconoce. Está claro que los agentes sociales implicados en la lucha contra la violencia de género conocen que existe conceptualmente esta situación, a pesar de que se alcen algunas voces en negarla. Esto es incuestionable, pero tambien es totalmente cierto que desde la base de aquellas personas que se dedican profesionalmente a luchar contra estas agresiones e intentar evitarlas, no se puede poner el remedio que esté en sus manos si no conocen los casos concretos. Y la de Ana María no era conocida por nadie que pudiera evitarla desde las instituciones. Tampoco demonicemos ahora (desconocemos si es el caso) a aquellas personas del entorno cercano que pudiendo tener algún indicio de la situación no la comunican a las autoridades pertinentes. Quien hoy les escribe ha escuchado en demasiadas ocasiones como mujeres demostradamente maltratadas (tras los estudios pertinentes y las sentencias judiciales que les dan la razón), habían acallado y silenciado a su entorno cercano, obligándoles a ocultar la situación disruptiva. Visto con perspectiva lejana y analizándolo fríamente, no tiene un gran sentido, pero lo cierto es que es una circunstancia que se da mas de lo que nos imaginamos.
Hoy, muchas personas encargadas desde su encomienda profesional en la lucha contra la violencia de género, están indignadas con todos aquellos que se manifiestan y muestran gestos simbólicos contra esta lacra, y se preguntan donde estaban el jueves cuando Ana María estaba viva aun. Entendemos que desde cierto punto de vista se trata de una crítica injusta pues la dramática situación de Ana María era totalmente desconocida para las instituciones. Está claro que una manifestación encabezada por políticos que se “dignan” a salir de las barricadas de sus despachos no va a evitar la siguiente muerte que se produzca, pero tampoco va a contribuir el silencio de las víctimas. Desde aquí, con nuestra modesta contribución, animamos a aquellas mujeres que sufren dramas como el de Ana María, que busquen ayuda profesional. Nadie va a cuestionar esta demanda y será atendida diligentemente por aquellos profesionales dedicados a la protección de las víctimas.
La Ley Orgánica 1/2014, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, está a punto de cumplir diez años. Han sido muchísimos casos los que han encontrado solución a este mal. ¿Por qué hay mujeres que no aprovechan los recursos de ayuda que se plantean y prefieren seguir sufriendo solas?, ¿Que se está haciendo mal?, ¿Que hay que cambiar?
¿Tienen ustedes respuestas, estimados lectores?
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