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Es un cúmulo de sensaciones todas desagradables las que el autor de estas líneas viene sintiendo,… otra vez. El problema, una vez analizadas (si es que esto es posible, racionalmente), es que la situación, empleando la terminología médica que debería imperar en este blog, está pasando de aguda, o estable con reagudizaciones a una situación crónica. Si, estimados lectores, hoy escribo la presente entrada con una profunda sensación de melancolía. Estoy empezando a estar cansado de sentir rabia, pena “aguda”, cabréo si se me permite la expresión. Es melancolía lo que siento tras tres casos de muerte por violencia contra mujeres por parte de sus parejas o exparejas. Una sensación de tristeza permanente por ellas que ya no están, por aquellas que estando, viven un infierno cotidiano que solo otras que se encuentran en su misma situación pueden llegar a comprender y finalmente, tristeza por la inmensa impotencia que siento en lo personal y en lo profesional.
Pongámonos en antecedentes. El día anterior a la publicación de este artículo, inicio mi jornada laboral con la noticia de otra muerte de una mujer por parte de su pareja. Otra,.. y van… Empiezo a perder la macabra cuenta. En este caso es una mujer de 36 años que muere en su domicilio en Torremolinos (Málaga). Me viene a la cabeza que se trata la tercera muerte en algo más de un mes en esta provincia en parecidas circunstancias. Empezó este macabro ciclo con la muerte de una mujer y su hijo de cinco años en la barriada de la Luz en Málaga el 23 de septiembre de 2013. Cuando aún no se había apagado el rescoldo de la indignación (literalmente, pues todavía se están dando en Málaga actos de protesta por aquel suceso), vuelve a saltar la noticia. Hace apenas una semana que otra mujer ha resultado muerta a manos de su expareja otra vez, de la que además estaba divorciada a pesar de que compartían vivienda. Y ahora…
Entristece, es normal. Avergüenza como hombre, también es normal. Pero desde un tiempo a esta parte, la rabia y la tristeza se mezclan con otro sentimiento que quema igualmente, la impotencia. Estos tres casos, como otros tantos, han tenido un fatal factor común y que no ha sido otro que el hecho de que ninguna de las tres víctimas había denunciado su situación. Se que no se puede actuar ante una situación que se desconoce, también se, que desgraciadamente el hecho de denunciar la situación, no es una garantía absoluta de inmunidad ante futuras agresiones (se ponen mecanismos para evitarlo y prevenirlo, pero como todos los actos humanos no son de una infalibilidad absoluta). El problema que veo es que la mujer maltratada no ve en denunciar una situación a su problema. Hoy se repetirán como otras tantas veces, los actos de repulsa y se darán condolencias a los familiares y amigos de Eva, la última víctima mortal, que además si había denunciado casos anteriores, pero no éste ¿pérdida de fe?. El caso es que ella, ya no está y lo peor es que no confió en nosotros para evitar su trágico final.
Hoy, insisto, nos tocará ver en los medios de comunicación, como los responsables institucionales (de todas las administraciones y todas las tendencias políticas, me da igual), muestran su profundo rechazo a los hechos acaecidos y los reprobarán,… como siempre. Eva, no estará para escucharlo esta vez. Y después ¿qué?. Posiblemente la próxima víctima mortal, escuche hoy los magníficos deseos y sentimientos de nuestra clase política (toda, de todo signo), y volverá a pensar que denunciar su particular infierno no sirve para nada. Y morirá en uno días o unas semanas. Y vuelta a empezar. ¿Comprenden ahora mi melancolía?.
Las medidas de lucha contra la violencia de género son las que son. Se destinan medios para luchar contra esta lacra, los profesionales dedicados son buenos e implicados (a veces incluso hipotecando recursos emocionales propios). No se pone en duda, pero si la víctima no llega al sistema y termina muriendo a manos del verdugo con el que convive, no valen nada todos esos recursos empleados. La sensación es que tenemos unas herramientas que siendo buenas en líneas generales, están sin terminar en su conjunto.
Hoy habrán observado, estimados lectores, sobre todo los habituales, que el artículo no tiene la asepsia habitual, propia de la Medicina Legal. No está escrito en tercera persona, como también suele ser habitual en el blog. Igualmente no hay ninguna referencia a ningún artículo científico que venga al caso, ni se pondrá el título en inglés. Hoy, solo es el desahogo de un Médico Forense triste porque ve como personas que sufren sin medida no se acercan a pedir la ayuda que los distintos profesionales pueden ofrecerle.
Piensen.
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